sábado, 22 de septiembre de 2012

LA BELLA Y LA BESTIA

Foto: Miguel Ávila

ALITERADA JACINTA


Es hacer La Jacinta su esplendente aparición y allí el entorno entero tórnase un torbellino aliterado de tornillos desnortados y atónitos. A quien más y a quien menos se le va literalmente la cabeza, pues tal es su hermosura, tan tornadiza y atormentadora, que más de uno hay que intenta tenazmente torcer el rumbo de la tierra abriéndola de par en par, para que el mar insondable del apetito se derrame sobre el orbe torticero mientras ella, la inmortal Jacinta, entorna sus ojos mirándose hacia adentro, tan de arriba hacia abajo, y vuelta perpetuamente a empezar, torneada (Ella, sí) por las manos temperadas de un dios que restó aturdido frente al término exacto de su eternal natura. “¡La Jacinta, es la Jacinta! ¡La diosa Jacinta!”, todos exclaman cuando la ven llegar. Y en el íntimo ámbito se extiende, como un río infinito, el alegre fragor de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario