No sin cierta causalidad, sobre la tierra cálida de Níjar, en el centro de una gran era rojiza, se situaron una serie de habitáculos marinos. Estos objetos sirvieron para conformar una gran espiral. Las palabras de un individuo conectaron por un hilo sonoro con el subconsciente colectivo al ser recitadas tras cada concha, traspasando el caracol de las orejas oyentes. Estímulos hacia y desde formas amigas.
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