sábado, 2 de julio de 2011

LO QUE QUEDA DETRÁS DEL ATARDECER

Playa del Confital - Las Palmas de Gran Canaria

Crepúsculos hay muchos, tantos como giros ha dado y dará este planeta, y sin embargo, ninguno es igual a los demás. Todos los atardeceres son únicos porque cada uno de ellos es irrepetible.

Cierto es que unir a tantos elementos de un conjunto disperso, sobre todo cuando se trata de una actividad tan individual como la literatura, podría resultar a priori problemático. Pero el caso es que la magia de la poesía nos proporciona, en contadas ocasiones, la posibilidad de jugar a diluir nuestro ego en la potencialidad poética del conjunto. Crear para ser un ápice de argamasa más en el edificio de la Espiral poética, es generar y absorber energía por todos los poros del espíritu. Derribar la idea de la individualidad en el arte ha constituido el desafío de un grupo de escritores puros -de esos que todavía mantienen la mirada limpia de los niños- alejados de la parafernalia mediática y empeñados en recuperar la emoción poética en los márgenes de la mercadotecnia,.
Aparentemente, unos cuantos freaks que se reúnen para expulsar un excedente de palabras. En rigor; un acto de heroísmo sin apenas precedentes a favor del sentir más profundo, un voto de confianza por aquello que enaltece nuestro lado más humano.
La Espiral no expira (tampoco es que podamos considerarla “inmarcesible”) vive más allá del crepúsculo y engendra quiméricas criaturas. Cuando se consuma el hecho de reunir a tantas voces personalísimas para emitir un acorde cercano a lo sublime, suelen surgir multitud de historias personales. Siempre habrá quien entregue un beso al aire, quien conozca a su amigo del alma, quien consiga arrancar la risa perfecta con la imperfecta bufonada, e incluso habrá alguno cuyo corazón se marchó herido por un inesperado flechazo.
Toda acción emanada desde lo más profundo del alma debería alcanzar el núcleo de algún espíritu ajeno. Ya sé que parece cursi pero las cosas son así…
Y todo este torrente de creatividad, todo este esfuerzo individual y colectivo, para desembocar en el mar de lo efímero, para convertirse en instante. Todo este protocolo para ser momento; sí, pero: qué momento.
Ahora ya puedes entender aquello de la eternidad del instante.

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