martes, 19 de julio de 2011
DÉCIMO SÉPTIMA
DESAMPARO
(A mi padre)
DESAMPARO es el nombre de tu fragancia
ahora que navegas dulcemente
entre el Río Revuelto y el Río Desvelos
de mi vida en letras.
Mientras recuerdo la última noche
juntos en el hospital, cuando
me besabas las manos, inquieto, delirante,
al recogerte las mantas del suelo
como se barren las hojas de los árboles
en el otoño inexorable.
Mientras te peino y te doy colonia con aromas de océano
en la planta de los pies,
una almohada de palomas blancas me sube a la garganta
y allí se me aloja el dolor,
la angustia de verte perdido en las playas de Cádiz,
navaja en mano, para afeitarte -me dijiste-,
sentados tú y yo sobre el banco de un paseo de enamorados,
nos hablan de juramentos
tan reales como la sonda que te quema la piel
en tus sueños de morfina.
Y esa fragancia tuya de desamparo
me lleva desde mi terraza atlántica
hasta el firmamento de la noche estrellada,
cristales que brillan como diamantes en el desierto.
Observo quinientas parejas de galaxias, sus órbitas, luciérnagas
me traen tu presencia desde algún punto cósmico,
y te siento aquí dentro, muy dentro de mi jardín verde,
en medio de un largo viaje, decidido a buscar
las praderas de espigas doradas donde te esperan tus padres y hermanos,
todos tus compañeros de ilusiones y desvelos.
¡Ven ya, ven ya!
Suena el eco de tus palabras
sobre mi conciencia
hasta romperme los tímpanos.
Ya voy, ya voy, pero no me sueltes de tu mano
-sabes desde siempre que te quiero-,
tranquilo, aquí estoy,
aclarando la espada de mi voz,
tejiendo los hilos de las páginas, afino mi arpa
a los pies del MAESTRO.
Teresa Iturriaga Osa
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Desamparo me hiciste sentir cuando nos falta esa mano protectora...
ResponderEliminarLloré. Gracias.