Mío es el rublo que varea la piel cada mañana,
el dólar de plata con que paso del día a la locura,
la calderilla y su parsimonia.
Como un peldaño que siempre se bajara,
desfilan las ubres animales
rozando la hierba por costumbre
hasta el lugar donde reclino la cabeza creyendo que descansa.
Un resquicio de paz y un espíritu inquieto,
bendita intersección.
Entre la lluvia,
en el anonimato de la casa vacía,
una diosa madre tararea melodías ajena a las monedas;
solo el viento persiste en su abandono,
rompe la cancela, penetra por los huecos
y se instala como un gato más en lo que tengo.
POEMA: Rosario de Gorostegui, entre Cantabria y Granada pero con más revolución que glamour. Navego en barcos de papel por las sombras de los olivos.
el dólar de plata con que paso del día a la locura,
la calderilla y su parsimonia.
Como un peldaño que siempre se bajara,
desfilan las ubres animales
rozando la hierba por costumbre
hasta el lugar donde reclino la cabeza creyendo que descansa.
Un resquicio de paz y un espíritu inquieto,
bendita intersección.
Entre la lluvia,
en el anonimato de la casa vacía,
una diosa madre tararea melodías ajena a las monedas;
solo el viento persiste en su abandono,
rompe la cancela, penetra por los huecos
y se instala como un gato más en lo que tengo.
Rosario de Gorostegui. Foto: Patri Díez |
POEMA: Rosario de Gorostegui, entre Cantabria y Granada pero con más revolución que glamour. Navego en barcos de papel por las sombras de los olivos.
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